La ayudó a bajar de la escalera
—Gracias— musitó, quedando cara a cara con él.
—No hay de qué— le rozó el brazo, sus caras a pocos centímetros, pero “sólo eran amigos, buenos amigos, eso no se hace con un buen amigo.”
Y aún así sucedió; el beso, cálido, suave, casi como un susurro pero cargado de deseo; arrastrándoles a través de la habitación, esquivando muñecos, pañuelos y demás trastos tirados por el suelo, en dirección al sillón.
Al caer en él, ella empezó a sentirse culpable; no debían, se lo había prometido ya tantas veces que había perdido la cuenta.
Se apartó un poco.
—Esto no está bien.
—Pero es lo que queremos, y ahora es tan buen momento como cualquier otro.
—O tan malo— respondió ella.
Sus manos permanecían entrelazadas: ella sentada sobre su regazo, el sentimiento de culpa invadiéndola, anidando en su estómago. Se concentró en el amasijo de dedos que jugueteaban entre sí.
—Se acabarán enterando.
—Hasta de lo que no haya sucedido, y nos torturarán por ello igual. Mejor que nos reprochen una realidad que lo que pudo ser.
Le miró procesando la frase, sopesando pros y contras, y asumió que los riesgos eran los mismos, y que se arrepentiría siempre si no aprovechaban la ocasión.
Volvió a besarle.
¡Orale hasta calor me dio!
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Cosas de la vida jaja. Momentos tensos, tanto cuando pasan de verdad como cuando se leen. Pero creo que es como dicen, dentro de 50 años vas a llorar más por las cosas que no hiciste que por las que hiciste.
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Te doy la razón, mejor arrepentirse de lo que se ha hecho
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Ostras, me has hecho sentir que estaba allí, en esa situación. Me he puesto hasta nervioso. Escribes genial, así que seguiré tu blog. Un beso!
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Gracias, glaerd, eres bienvenid@.
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Estupendo. Es una narración perfecta. Mostrar sin explicar. Los diálogos muy naturales, como debe ser. Muy sabio tu prota, si ya estamos condenados mejor que sea por un delito que por un deseo. Un abrazo
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