BAJO JURAMENTO

—Su testigo, letrado.

—Bien, señora Hupskin, díganos qué sucedió la noche de autos.

—Era una noche templada, inusual para finales de marzo. Ninguna nube empañaba el brillo de las estrellas que iluminaba mi camino. Yo me disponía, como es mi costumbre, a recogerme tras la tertulia que, jueves sí, jueves también, congrega a varios escritores en el bar de Tolo. Un gato negro se cruzó justo en la entrada del jardín de la urbanización, me miró con sus ojos amarillos y se esfumó entre los setos.

—No edulcore su relato y cíñase a los hechos, por favor. ¿Encontró o no encontró usted el cadáver de la señorita Jones?

—Que me ciña a los hechos, dice; que no edulcore mi relato. Oiga usted, letrado, yo soy escritora. No edulcoro los acontecimientos, los planteo de la mejor forma posible,y, que digan los señores del jurado si no les ha gustado más mi manera de contar lo ocurrido que un simple: “Volvía yo a mi casa la noche del jueves y me encontré a la señorita Jones despatarrada en el descansillo con un cuchillo clavado en el pecho”.


13 respuestas a “BAJO JURAMENTO

  1. ¿De qué podrían quejarse si todo el sistema judicial es un artefacto que se sostiene únicamente en un lenguaje propio que nadie más puede conocer?
    Por lo menos los que escribimos tratamos de que se nos entienda.

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  2. 😀 😀 😀 😀 Si es que somos narradores de historias y no hay forma de evitarlo. Mucho mejor contarlo con adornos que dejar las palabras huérfanas para que los demás imaginen mal lo que tenemos en la mente 😉

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    1. Sí. Ayer comentaba con alguien que no hay nada peor que un chat instantáneo con un escritor. Te pasas minutos viendo que está escribiendo y luego son dos líneas porque no hacía más que corregir el texto. Feliz fin de semana, Óscar.

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