Las ruinas de nuestros sueños esparcidos por el suelo, constantes vestigios de las batallas campales que adornaron nuestros cuerpos; las cuerdas rotas de las guitarras, las esquirlas de madera y las clavijas que hirieron nuestras retinas tan hondo que apenas nos reconocimos al mirarnos.
Las botellas amontonadas, el despertador hecho añicos a los pies de la cama.
Los vasos, las tazas, los platos, clavados en las plantas de nuestros pies.
Todo hecho desgarro y pasión, tan cegados por el deseo de tenernos que no pasamos las hojas del calendario.
Una vorágine de partituras y relatos esparcidos por los muebles.
Todo lo que me inspirabas.
Todo lo que te hacía sentir.
Perdimos la noción del mundo más allá de la puerta de entrada; más allá de las ventanas.
Los amaneceres transformados en gemidos, los ocasos en marcas de uñas sobre la piel.
Cualquier pradera nos servía para hacer la guerra.
Olvidaste tu nombre, olvidé mis obligaciones.
Y, al final, nos olvidamos de los dos.
Canciones para despues de una guerra
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De esas guerras que deberían ser las únicas permitidas
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