Seguir la linde de los Alisos, saltar el Brezo,
rodear tres veces el Castaño en el sentido de las agujas del reloj,
pasar junto al Diente de león sin que se muevan sus semillas,
recoger una vara del centro del Espino,
cantar al Fresno una canción de amor;
de ninguna forma subirse al Guindo,
presentar los respetos al Haya, cuidarse de encender fuego cerca del Incienso,
hacer un ramillete de Jacintos atado con hierba de San Juan,
guardar cinco hojas de Laurel en un zurrón imaginario,
ofrecer a las hadas el fruto del Manzano antes de que caiga,
raspar con tu nombre la corteza del Nogal,
escarbar entre las raíces del Olmo en busca de setas,
untarse las manos con la resina del Pino,
soñar toda una noche junto al Quejigo,
escalar el Roble sin quebrar una rama,
escuchar las penas del Sauce hasta que deje de llorar;
atravesar el tronco del Tejo sin tocarlo,
comer cuatro uvas de la Vid mirando hacia los puntos cardinales
y, por último, reptar bajo la Zarza.
Me alegra que así nunca haya ningún interés en salir del bosque … pues ya solo el intento, como hacia la mitad , gusta uno de repetirlo una y mil veces …
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😉😉😉 Esa es la trampa
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