Sentía sus abrazos, todo cuerpos, todo manos,
todo labios que se chocaban cerca de mi boca,
alientos que me cosquilleaban en los oídos,
el vello de punta, el escalofrío último,
un ritmo frenético, enfermizo, imparable;
un te quiero, un te amo, un te deseo;
el caminar de unos dedos por mi espalda,
la duda, tus ojos, sus ojos;
una lengua que se esconde traviesa tras el marfil
que desgarra presuroso la comisura más próxima;
el calor lejos del fuego,
la humedad creciente,
un murmullo ininteligible,
el todo, la nada.
Nuestras carcajadas de después.