EL HOMBRE POLILLA

Seguro que habéis oído hablar de un ser de aspecto humano, enormes alas y ojos rojos que aparece justo antes de una desgracia, sobre todo aquí, en Estados Unidos. La mayoría lo conoceréis por mothman; yo lo conozco como papá, y eso, aunque parezca increíble, me convierte en mothkid o algo así, vosotros elegís, aunque yo preferiría que me llamárais Paul Beckett o simplemente Paul.

Ya imaginaréis que nuestra vida no es fácil, bueno, no lo es cuando no lo es, el resto del tiempo, la verdad, es como la de cualquier otro: mi madre va a trabajar a la morgue, donde es una reputada forense; mi hermana Kathy empieza este año la universidad, y yo voy al instituto como cualquier niño de doce años, y me preocupo por sacar buenas notas, como cualquier niño de doce años. Vamos de vacaciones a la playa en verano y a esquiar en invierno; paseamos al perro, cortamos el césped, recibimos llamadas comerciales, hacemos la compra…

Mi hermana es campeona estatal de deletreo y ha conseguido muchos créditos como presidenta del club de debate y columnista en un periódico local. Yo estoy en el grupo de teatro y juego al béisbol en el equipo del insti. No se me da mal, sobre todo desde que he aprendido a equilibrar el peso de las alas.

Los domingos vamos a la iglesia y luego hacemos picnic en el parque, salvo en invierno, que el lago se hiela y entonces patinamos o jugamos al hockey. Me gusta una chica de mi clase, Olivia Chesterton, y ya me ha dicho que irá conmigo al baile de primavera.

Mi padre, cuando no tiene que volar precediendo catástrofes, trabaja como guía en el Museo de Historia.

El año pasado, por mi cumpleaños, fuimos al Disneyworld de Orlando y este año iremos a ver el Gran Cañón del Colorado; lo que os decía, una familia normal, salvo porque en mi casa no ganamos para mantas de lana y, como es lógico, no hay lámparas ni luz artificial.

DAR (K) NIGHT

Entre tanta luz, la oscuridad de aquel joven era magnética, a pesar de la muchedumbre que les rodeaba parecía que el mundo había encontrado su eje en la escultura que formaban él y su víctima, si es que se podía calificar como tal, y cualquier cosa que giraba alrededor se veía influida por su campo gravitacional, acelerando conforme uno se alejaba de ellos.

«Es un último paso» murmuraba el joven indolente a la vez que acercaba su hermoso rostro al del otro.

Una paz inundaba a los testigos más directos mientras el resto continuaba en una fiesta que daba a la escena un aspecto aún más grotesco.

Los ecos de una orgía invadían el espacio sacralizado por el ritual, como sacados de un infierno de Dante en el que no había penitencia sino regocijo.

Ella los contemplaba entre asombrada y consciente, sin poder explicar a ciencia cierta si comprendía o no lo que estaba presenciando. Su mente vagaba entre los conocimientos adquiridos durante años de estudio, buscando la identidad de aquel demonio. Sus poderes eran tan universales, había tantos candidatos que encajaban con su esencia.. Sin embargo, la quietud, la paz que desprendía, que justificaba sus actos, la tenían desconcertada. No era maldad lo que le empujaba a aquello, era su oficio, su fin último, su destino inexorable, y todos los que allí había eran conscientes de ello, no por irremediable sino por necesario.

Una luz oscura se apoderó del rostro del joven, una luz que iba avanzando desde sus labios hacia sus mejillas y sus sienes hasta invadir sus ojos que se tornaron negros y brillantes como dos perfectas esferas de carbón, fue entonces cuando la víctima abrió los suyos, convertidos en dos bolas blancas ausentes de iris o pupilas pero llenas de vida, ansiosas por el momento final, por el clímax de aquel rito al que se sabía predestinado.

Los ecos orgiásticos cesaron, el mundo entero se paró en el suspiro último, vibrando en torno a la gótica pareja como una energía contenida incapaz de escapar y, de repente, la nada más absoluta, sin aire, sonido o luz. Una nada respirable, embaucadora, con un aroma sin perfume; una nada que llenaba cada rincón, no de la estancia, sino de cada uno de los testigos, para que nunca pudieran olvidar.