TARDE DE PASEO
TARDE DE PASEO
Un perro al que le falta una pata, los olivos; otro perro con ruedas por cuartos traseros, los olivos y, en medio, yo paseo con mi bastón.
Noticias, apariciones en prensa, colaboraciones, publicaciones especiales, información sobre libros de Aurora Losa, aniversario del blog.
TARDE DE PASEO
Un perro al que le falta una pata, los olivos; otro perro con ruedas por cuartos traseros, los olivos y, en medio, yo paseo con mi bastón.
DE VIBRACIONES A CONTRATIEMPO
Desde el otro lado de la habitación, intimidada por las cuerdas de ukeleles y guitarras, me mira con ternura la lira y, de cuando en cuando, mientras los acordes fuertes inundan el cuarto, ella se hace el eco trémulo de una nota, una sola, que queda suspendida en el aire hasta la hora de irme a dormir. Cuela sus ancianas canciones en mis sueños con dulzura, porque sabe que allí el resto de curvas panzas no osan entrar, y me recuerda que, antes que nadie, fue ella la que acompañaba mis versos, con la firme esperanza de que mañana, cuando despierte, encierre en negras fundas a sus vástagos evolucionados y solo la deje vibrar a ella. Y, cada mañana, cuando despierto, me prometo que hoy será que rescataremos de mi memoria sones de entre círculos de piedra, de orillas de acantilado, de viento entre abedules, pero llega la tarde y acordes más modernos imperan en mis dedos mientras mi mirada la evita de soslayo y su pequeña vibración se me enreda en el pelo dispuesta a intentarlo una noche más.
Cuento en colaboración con Teo Marcos Losa, experto en cócteles en el Gastrobar Los Álamos de Peñaranda de Bracamonte, y mejor persona.
Esta es una historia que le oí a un músico ambulante sobre algo extraordinario que sucedió en un pueblo cercano, (claro, que puede que no fuera en un pueblo tan cercano, y, ahora que lo pienso, creo que tampoco se la oí a un músico ambulante, puede que me la contara un maquinista de tren, que a su vez la oyó en una cantina y que el pueblo no estuviera ni en España, vaya usted a saber), el caso es que voy a contárosla como me la contaron a mí y como yo se la conté a mi amigo Teo un día a la sombra de unos álamos.
Mi amigo Teo, (que lo mismo no es solo mi amigo, puede que también sea mi primo lejano), quedó tan fascinado con ella, que decidió obrar su magia y el resultado lo veréis al final del cuento.
Fue en una mañana de mediados de noviembre que se formaron en el cielo unas nubes de tormenta, al principio grises y luego negras como boca de lobo, precedidas por un viento que agitaba las copas de los árboles y arrancaba las últimas hojas. Los caballos y las vacas barruntaron la lluvia antes que nadie, como suele suceder, y se protegieron de la mejor manera para aguantar el chaparrón, también lo hicieron las gentes del pueblo, de modo que, cuando el aire empezó a amainar, no quedaba nadie en las calles, bueno, puede que nadie no, porque si no esta historia habría permanecido escondida de la voz de los hombres para siempre. Digamos que quedó un joven pastor bajo el techo de una cabaña y que desde allí vio lo que os cuento.
Después de que las nubes se volvieran más oscuras que la noche misma, salió un arcoíris brillante como no se había visto otro en siglos y sucedió que, al tocarlo, las nubes fueron cambiando su color. La que rozó el rojo, se tiñó de rojo; de naranja, la que tocó el naranja; y lo mismo pasó con cada una de las que tocaron el amarillo, el verde, los dos azules y el violeta. Podéis imaginar el espectáculo de un cielo vestido de esta guisa, lástima que nuestro pastor no tuviera una cámara a mano, porque entonces no existía la fotografía y mucho menos los móviles.
Un trueno tremendo, de esos que parecen terremotos, hizo temblar todo en muchos kilómetros a la redonda y, cuando las cosas por fin se quedaron quietas, empezó a llover.
Cerca de la cabaña donde se refugió el pastor había un campo de maíz con sus mazorcas ya maduras a punto de ser recogidas y la lluvia de colores cayó allí, solo allí y, conforme la lluvia mojaba el campo, las plantas se fueron tiñendo del color que las tocaba (menos mal que solo pasó con el maíz, imaginad por un momento, que lo mismo hubiera sucedido con las ovejas).
Como cualquier tormenta, descargó con todas sus ganas en unos minutos, luego el sol se fue abriendo camino y empezó a hacer mucho calor, tanto calor, que las mazorcas que estaban en las lindes del campo estallaron en pequeñas nubes de un olorcillo delicioso que atrajo al pastor hasta ellas.
Ya habréis adivinado que eran palomitas y, si que salgan las palomitas directamente en el campo ya es algo nunca visto, imaginad la sorpresa del muchacho al notar que cada una sabía diferente dependiendo de la tonalidad que la adornaba. Así, las que tiraban a rojo, sabían a granadina; las que parecían más amarillas, a piña; las verdes, a maracuyá; las violetas, a fruto de la pasión; las naranjas, obviamente, a naranja; las azul oscuro, no preguntéis por qué, sabían a coco; y las de azul clarito… Bueno, esas no sabían a nada, pero estaban como congeladas.
El pastor corrió al pueblo a contar lo que había visto y todos los vecinos se apresuraron a comprobar que era cierto. Menuda fiesta montaron con la cosecha, estuvieron días comiendo de aquellos frutos bautizados por el arcoíris, hicieron tortas de maíz, copos de maíz, maíz dulce y todo lo que se os ocurra que se pueda hacer con maíz.
Aquel milagro nunca más volvió a repetirse y, en ese pueblo, y en los de alrededor, todavía cuentan con tristeza la historia del día que el cielo se tiñó de colores y llovieron sabores sobre un campo de maíz.
Cuando le conté esta historia a mi amigo Teo, él me dijo: “Yo puedo hacer una bebida que sepa igual que aquel campo.”
Todavía no os he dicho que mi amigo Teo, entre otras cosas, es muy hábil en eso de mezclar sabores en una coctelera, y días después me regaló esta receta que ahora compartimos con vosotros.
RECETA DEL CÓCTEL POP-CORN (de Teo Marcos Losa)
1 onza de zumo de la Pasión
1 onza de zumo de naranja y maracuyá
1 onza de zumo de piña y coco
1 golpe de sirope de palomitas de maíz
1 golpe de granadina.
Elaboración:
Introducimos todos los ingredientes en una coctelera, echamos hielo macizo, cerramos nuestra coctelera y la agitamos enérgicamente durante 25 segundos.
Depositamos la mezcla en un vaso, metemos ese vaso en una cajita decorada y lo terminamos con unas palomitas de maíz.
Gracias a los lectores que nos acompañáis en este viaje.
Que el año que entra venga cargado de letras, música y vida.
Cuando yo era, aún no estabas. Ahora que estás, casi ni soy. Te acercaste a mí. Cambiaste. Y transformaste todo a tu favor. Y ahora, parece que me estoy acercando yo. Gema Albornoz
Encajando
Después de 7 años al pie del cañón, he tomado la difícil decisión de darme un descanso indefinido del desdichado salmón y redes sociales.
Los dos últimos años no están siendo fáciles a nivel personal, al margen de la pandemia que todos estamos viviendo, y cada vez cuesta más sacar neuronas para darle a una tecla y conseguir un texto que esté a la altura de sus lectores.
Durante el mes de febrero todavía habrá publicaciones nuevas en La desdicha de ser salmón, tanto en el blog como en la página de Facebook. Y puede que en algún momento me dé un garbeo por Instagram, pero todos necesitamos desconectar para reconectar.
Esto no es un adiós, es un hasta pronto y espero encontraros a todos sanos y salvos al otro lado de la pantalla cuando vuelva.
Cuidaos mucho.
Como todos los años, el salmón se va de remonte durante unos meses.
Esperamos que tengáis un buen verano, nos vemos a la vuelta.