DIAÑUS

Del rocío de los tréboles en la noche de San Juan nacieron aquellos niños, nadie en el pueblo les dio cobijo, nadie salvo las cabras recién paridas que, después de amamantarlos noventa amaneceres, triscaron de estrella en estrella hasta llegar al sol.

DE SER ESCRITOR


Ser escritor es tener más cuadernos que ideas para llenarlos; más libros que tiempo para leerlos; más tazas que días para usarlas y luego volverte loco buscando un bolígrafo, un marcapáginas o una bolsita de té.

Los besos plantados

En aquel campo, entre las amapolas, la gente iba dejando los besos que les plantaban; besos como los de abuela, que a veces pinchan, pero llenan de alegría el corazón; besos como los de amiga en medio de una fiesta, con su marca de carmín en la mejilla; besos como el primero, inesperados y tímidos; besos como los de buenas noches de papá y mamá, que colocan en la frente un hilito alrededor del cual se construyen los sueños bonitos; besos de reencuentro, de “nos vemos pronto”, de “gracias por estar a mi lado”…

Y de todos esos besos plantados creció un bosque entre cuyos árboles manaba un río, correteaban los ciervos y siempre encontraban flores las abejas.

EL MUNDO ANTES DE QUE AMANEZCA I

El mundo antes de que amanezca está poblado de silencios extraños que rompe el sonido lejano de un coche, del cantar de los grillos que huyen de los aspersores, de sombras de árbol que no sirven como refugio ante un primer rayo de sol; de tórtolas madrugadoras, de pájaros trasnochados.

El mundo antes de que amanezca somos las estrellas y yo.

LETRAHERIDO

Ensimismado en la contienda que se desarrollaba sobre el papel, no alcanzó a ver cómo, al llegar a la palabra “daga”, esta saltaba de la página para clavarse en su corazón.

THREESOME

Ser río entre vuestras orillas, romper las presas, desbordarme en los bajíos, que me acojáis con la dulzura de las lagunas que forman vuestros ojos, deshacerme en pequeñas olas besando vuestros márgenes de hierba fresca, y no sentirme prisionera por el cauce en el que me mantenéis a salvo de miradas indiscretas, con barreras de juncos y maleza que solo dejan sitio para las ensenadas en las que nos tumbamos bajo un sol oscuro amaneciendo entre la niebla.

LA NOCHE EN QUE LA CASA QUISO SALIR CORRIENDO (ejercicio de intriga)

Primero se oyó el rasgar de una teja que caía a lo largo de la fachada y luego la casa empezó a temblar. El matrimonio dejó sus lecturas y salió al pasillo. Desde allí se oía el crujido de las hojas que el viento estrujaba contra los canalones, el repiqueteo de una contraventana en el dormitorio principal y un goteo leve pero constante en el grifo del patio; aunque por la ventana se veían los árboles quietos, la casa seguía temblando.

Entonces, sobre el tronco de la chimenea, cayó un ladrillo y después otro, y otro más. Se combaron los estantes que había a los lados, una avalancha de libros se precipitó cuando los basares quebraron por la presión. La loza de la alacena acompasaba su tintineo con el grifo del patio, con la contraventana del piso superior, y la casa temblaba.

Hubo un silencio denso, palpable; un estallido bronco que resonó por todas las cañerías.

La casa tosió cenizas y el esqueleto de un pájaro sin dejar de temblar.

El salón se llenó de hollín y pedacitos de cemento.

Por último, a través de la chimenea, entró la luna y apagó el fuego.

COSAS QUE PUEDEN PASAR UN DOMINGO II

Como si de una plaga de langostas se tratara, una avalancha de científicos se instaló en el único hostal del pueblo.

Unos meses antes, un turista había grabado un vídeo que se hizo viral, y así se propagó la noticia de que, en Villalugos, los vecinos nadaban por las calles dando brazadas en el aire, y esto era así salvo cuando tenían que cargar con cosas, que recurrían a carros pequeños tirados por palomas a las que indicaban el camino tirando al suelo miguitas de pan.

ORILLAS I

Traspasamos las fronteras de la vigilia y el sueño. El alma se me hacía pedazos entre tus dedos y tú recogías las caricias que me resbalaban por la piel en un odre que luego devolvías al río, pobre ofrenda para las ondinas que siempre adornan con sus cantos el lugar.

Yo quitaba el musgo que te crecía en la espalda de tanto estar quietos, de la humedad que nacía de los besos. Se nos hizo de roble la corteza, de raíces los pies, de canto de alondras los mechones de pelo. Y, en un último suspiro, entrelazamos las ramas y dejamos de ser.

EL CLUB DE LAS MEDIAS SONRISAS

En el Club de las medias sonrisas hay miradas cómplices, besos furtivos almacenados en tarritos de cristal y tapetes de ganchillo en los respaldos de los sofás; los retratos de sus miembros (pasados y presentes) a contraluz, un grifo que gotea y unas cortinas de macramé; un portero sin guantes ni elegancia y un libro de visitas; una colección de ramos de novia desecados y de puntas de corbata de recién casado; hay también un pozo seco con las cartas de amor no correspondido y todos los domingos sirven pastas con el té.

En el Club de las medias sonrisas hay murmullos de “tequieros” que nunca se dicen del todo y de suspiros de primer beso entre dos enamorados; hay una banda de jazz todos los jueves y, una vez al mes, se hace limpieza general.