ASÍ
Sin pensarlo mucho, apenas nada, dejo que el eco de la música se meta no tan sutil por los oídos y lo embargue todo, arrastre soles y lunas moribundos impulsados por una marea que nunca baja; así, como el viento de levante llegó esta mañana atesorado por la alineación de Venus y Marte, tan confusos ante la crecida de los regajos como yo.
Así, como el extraviado vuelo de una golondrina y el trepar silencioso de la enredadera que nunca florece, o el sonido del aire entre los juncos que segaron unos meses atrás, y el brote de las espinas de las zarzamoras que se esconden entre los tréboles, las huellas confusas de caballo, perro y humano, una nube que atraviesa con pereza por delante del sol mientras la luna es una leve sonrisa pálida al otro lado del firmamento.
Así, zumbido de mosquito de verano que no llega y que se confunde de trayecto con la primera pluma que cae de un nido abandonado.
Así, resonancia en caja hueca que reverbera sin compás ni ritmo, así.
DE HUMO I
EL CABALLERO BURLADO
Bajóse del caballo y brillaron las espuelas al chocar con el suelo. Se acercó a la niña que le seguía unos pasos por detrás, el pelo dorado en larga trenza y coronado de flores. En las mejillas el rubor de la adolescencia y en sus ojos una malicia titilando entre las pestañas, engrandecido por el asomar de sus dientes como perlas entre la rosa de sus labios.
—Te amo, niña preciosa, pero miedo tengo de la maldición que me llevas.
—Demonios peores que una pobre muchacha habrás conocido.
—Caballeros sanguinarios he vencido. Jamás me di por rendido en combate hasta hoy, que me desarman tus desvelos.
Algo había en sus susurros, en el lánguido caer de sus párpados que le impulsaba a besarla, pero no podía. Le temblaban las rodillas ante la visión de sus huesos hechos cenizas en medio del camino. Su madre le había advertido sobre el peligro de la belleza inocente y la niña no había mentido sobre su condena, pero era tan bonita. El caballo resopló sacándolo del embrujo de sus brazos desnudos y de la promesa de amor y dicha que emanaba de su cuello.
—No podría tenerte aunque quisiera, pues he de desposarme con la princesa de Francia de aquí a tres días.
—Déjame pues, ¿qué voy a poder darte yo, pobre como una avellana, que no pueda darte ella multiplicado por mil, salvo desgracias?
—Con ella me casaré, pero mi corazón será siempre tuyo.
Volvió a subirse a la montura y arrancó unos pasos por delante de la niña. Notaba en la nuca sus ojos azules, el aroma de su vestido, le susurraban sus pies acariciando el suelo.
A las puertas de París, volvió a bajar de la montura y descubrió que ella reía; de su rostro había desaparecido la inocencia y todo él reflejaba ahora enojo y malicia.
—Tonto caballero. Yo soy la princesa que habrías de desposar en tres días de haberme dado una oportunidad de amarte, pero la princesa de París no se casa con cobardes que se asustan de maldiciones escupidas sobre muchachitas hermosas.
Basado en el Romance de El caballero burlado.
RECURRENTE I
COSAS QUE PUEDEN PASAR UN DOMINGO I
COSAS QUE PUEDEN PASAR UN DOMINGO I
Es un fastidio cuando llega una plaga de mantixcornios y te pilla con la ropa tendida pues, lejos de deleitarse devorando las cabezas de sus machos (quienes, por cierto, carecen del distintivo cuerno) gustan de nutrirse del lino tejido a falta de papiro o vitela, su comida favorita.
Por eso, aún peor que dejarse la ropa tendida cuando llega una plaga de mantixcornios, es dejarse abiertas las puertas de la biblioteca.
KELT IV
EL SABOR DE LAS NUBES
Cuento en colaboración con Teo Marcos Losa, experto en cócteles en el Gastrobar Los Álamos de Peñaranda de Bracamonte, y mejor persona.
Esta es una historia que le oí a un músico ambulante sobre algo extraordinario que sucedió en un pueblo cercano, (claro, que puede que no fuera en un pueblo tan cercano, y, ahora que lo pienso, creo que tampoco se la oí a un músico ambulante, puede que me la contara un maquinista de tren, que a su vez la oyó en una cantina y que el pueblo no estuviera ni en España, vaya usted a saber), el caso es que voy a contárosla como me la contaron a mí y como yo se la conté a mi amigo Teo un día a la sombra de unos álamos.
Mi amigo Teo, (que lo mismo no es solo mi amigo, puede que también sea mi primo lejano), quedó tan fascinado con ella, que decidió obrar su magia y el resultado lo veréis al final del cuento.
Fue en una mañana de mediados de noviembre que se formaron en el cielo unas nubes de tormenta, al principio grises y luego negras como boca de lobo, precedidas por un viento que agitaba las copas de los árboles y arrancaba las últimas hojas. Los caballos y las vacas barruntaron la lluvia antes que nadie, como suele suceder, y se protegieron de la mejor manera para aguantar el chaparrón, también lo hicieron las gentes del pueblo, de modo que, cuando el aire empezó a amainar, no quedaba nadie en las calles, bueno, puede que nadie no, porque si no esta historia habría permanecido escondida de la voz de los hombres para siempre. Digamos que quedó un joven pastor bajo el techo de una cabaña y que desde allí vio lo que os cuento.
Después de que las nubes se volvieran más oscuras que la noche misma, salió un arcoíris brillante como no se había visto otro en siglos y sucedió que, al tocarlo, las nubes fueron cambiando su color. La que rozó el rojo, se tiñó de rojo; de naranja, la que tocó el naranja; y lo mismo pasó con cada una de las que tocaron el amarillo, el verde, los dos azules y el violeta. Podéis imaginar el espectáculo de un cielo vestido de esta guisa, lástima que nuestro pastor no tuviera una cámara a mano, porque entonces no existía la fotografía y mucho menos los móviles.
Un trueno tremendo, de esos que parecen terremotos, hizo temblar todo en muchos kilómetros a la redonda y, cuando las cosas por fin se quedaron quietas, empezó a llover.
Cerca de la cabaña donde se refugió el pastor había un campo de maíz con sus mazorcas ya maduras a punto de ser recogidas y la lluvia de colores cayó allí, solo allí y, conforme la lluvia mojaba el campo, las plantas se fueron tiñendo del color que las tocaba (menos mal que solo pasó con el maíz, imaginad por un momento, que lo mismo hubiera sucedido con las ovejas).
Como cualquier tormenta, descargó con todas sus ganas en unos minutos, luego el sol se fue abriendo camino y empezó a hacer mucho calor, tanto calor, que las mazorcas que estaban en las lindes del campo estallaron en pequeñas nubes de un olorcillo delicioso que atrajo al pastor hasta ellas.
Ya habréis adivinado que eran palomitas y, si que salgan las palomitas directamente en el campo ya es algo nunca visto, imaginad la sorpresa del muchacho al notar que cada una sabía diferente dependiendo de la tonalidad que la adornaba. Así, las que tiraban a rojo, sabían a granadina; las que parecían más amarillas, a piña; las verdes, a maracuyá; las violetas, a fruto de la pasión; las naranjas, obviamente, a naranja; las azul oscuro, no preguntéis por qué, sabían a coco; y las de azul clarito… Bueno, esas no sabían a nada, pero estaban como congeladas.
El pastor corrió al pueblo a contar lo que había visto y todos los vecinos se apresuraron a comprobar que era cierto. Menuda fiesta montaron con la cosecha, estuvieron días comiendo de aquellos frutos bautizados por el arcoíris, hicieron tortas de maíz, copos de maíz, maíz dulce y todo lo que se os ocurra que se pueda hacer con maíz.
Aquel milagro nunca más volvió a repetirse y, en ese pueblo, y en los de alrededor, todavía cuentan con tristeza la historia del día que el cielo se tiñó de colores y llovieron sabores sobre un campo de maíz.
Cuando le conté esta historia a mi amigo Teo, él me dijo: “Yo puedo hacer una bebida que sepa igual que aquel campo.”
Todavía no os he dicho que mi amigo Teo, entre otras cosas, es muy hábil en eso de mezclar sabores en una coctelera, y días después me regaló esta receta que ahora compartimos con vosotros.
RECETA DEL CÓCTEL POP-CORN (de Teo Marcos Losa)
1 onza de zumo de la Pasión
1 onza de zumo de naranja y maracuyá
1 onza de zumo de piña y coco
1 golpe de sirope de palomitas de maíz
1 golpe de granadina.
Elaboración:
Introducimos todos los ingredientes en una coctelera, echamos hielo macizo, cerramos nuestra coctelera y la agitamos enérgicamente durante 25 segundos.
Depositamos la mezcla en un vaso, metemos ese vaso en una cajita decorada y lo terminamos con unas palomitas de maíz.
DE CUANDO FUIMOS I
PROBLEMA MATEMÁTICO
La nueva reforma educativa obligaba a que todas las asignaturas fueran útiles en la vida cotidiana; así, en Lengua enseñaban a escribir wassaps correctamente, en Naturales se aprendía a distinguir las bayas venenosas de las comestibles y, en Dibujo, planteaban los planos de una casa o la distribución de los muebles en una habitación. A última hora tocaba Matemáticas:
“Si las previsiones para las 7 de la mañana son de 5 grados y, para mediodía, se esperan temperaturas de 22. ¿Qué ropa debe ponerse Elena para no coger un resfriado?”




