DE ÁBRETE SÉSAMO

No todas las puertas tienen mirilla, ni pomo, ni picaporte, ni cerradura. No todas las puertas son visibles, algunas, como la que custodia la barrera del sonido, solo hacen un ruido tremendo; otras se sabe que están ahí por lo que encuentras al otro lado, como las que van de una dimensión a otra; las hay chulas, llenas de colores, como las que hay que traspasar cuando viajas en el tiempo, o la que usas para entrar en el mar, que es tan grande que parece que siempre está abierta.

Hay también puertas más puñeteras, como las de las cuevas con tesoros, que precisan de palabras mágicas para franquearlas, o las que llevan al final de una aventura, que solo pueden abrir los puros de corazón.

Finalmente, están las puertas que nadie diría que son puertas, como la que se encontró Alex el día de su décimo cumpleaños y que, a ojos de cualquier otro, era una simple rendija entre dos piedras enormes. Solo Alex intuyó que aquello era una puerta y solo Alex tenía la capacidad de abrirla, porque era su puerta y de nadie más, así que, después de soplar las velas, comer la tarta y jugar con sus amigos, Alex se colocó frente a las piedras y decidió que era la hora.

Utilizó el “ábrete sésamo” de los cuentos, los “santo y seña” de algún cómic, buscó incluso un interruptor secreto, pero nada. Al final del día, cuando su madre gritó “¡La cena!”, Alex vio que se le acababa el tiempo, porque hemos de decir que aquella puerta, su puerta, solo podía ser abierta el día de su cumpleaños. Hay puertas tan especiales que tienen un único momento para abrirlas.

Alex miró hacia la puerta de su casa, una puerta bastante normal, con pomo, mirilla, cerradura y picaporte, y luego miró a la rendija. ¿Cómo no se le había ocurrido? Era tan sencillo.

Empujó una de las piedras y ésta cedió con un sonido extraño, mientras la rendija se iba haciendo más y más grande.

Solo Alex sabe lo que se veía a través de su puerta, es lo que tienen los pasadizos personales, que lo que hay detrás queda al único alcance del dueño legítimo. Sin embargo, todos nos encontramos alguna vez con una de esas puertas que están destinadas a nosotros en exclusiva, y el secreto, como comprobó Alex, está en empujar un poquito y poner toda nuestra voluntad en abrirlas.

SHORT FOLK I

Me contaron las cucharas que la sartén se aliaba con el dedal y la lata de aceite en las noches de invierno para llenar de música los estómagos vacíos de los vecinos.

FIN DE NANA VIEJA

Al arrullo de nana vieja

le viene faltando el alma, 

que la han invadido los sones;

se llevaron las ovejas

que le permitían entrar en la casa.

Ya no duerme el niño tranquilo

en su cunita de madera

ni en el mejor colchón de plumas,

ni en la almohada más ligera,

porque le han invadido los sones

al arrullo de nana vieja.

REMOTISMO I

Tengo a los seres diminutos que habitan mi cabeza en huelga hartos de correr por una biblioteca interminable, de subir y bajar escaleras, de juntar tomos y tomos de títulos inconexos; la neurona que permite que mi corazón lata y los pulmones respiren, que parpadeen los ojos y trague saliva, parece la única dispuesta a hacer algo por este amanecer nuevo que sopló polvo sobre las tumbas de sus hermanas desaparecidas, huidas de un cansancio que se hacía insostenible.

Rendida ya a la certeza de que nunca volverán, esa diminuta célula nerviosa a veces encuentra un hueco en sus quehaceres para darme un pellizco pequeño justo detrás de la oreja, creo que por mantenernos despiertas, y me pide que salgamos corriendo, lejos, al final del camino, a un abismo remoto en que refugiarnos un día, una semana, el resto de los días.

PREGUNTAS A UN DOLMEN OLVIDADO

Cuéntame, piedra sagrada, quién te puso en este sitio, que secretos cobija tu sombra; si acaso te hicieron cosquillas los pelos de la cola de la raposa o te molestan los trinos de las alondras en primavera; si a tu vera se dieron abrazos los enamorados o un druida te honró como sepultura de unas gentes que murieron décadas antes que él. Si el sol entra furtivo dos veces al año por tu puerta, si la luna se fija en tu postura para saber dónde está. Quizá son las estrellas las que influyen en tus grabados o la caza de un ciervo con el que celebraban la llegada de la vida, o su final.

Cuéntame piedra sagrada, si hubo cinco o cien levantándote del suelo, si ellos hicieron música cuando acabaron la tarea, si fueron niños o ancianos los que encomendaron a tu cuidado o dejaron que cuidaras de ti misma, sin más augurio ni señal. Cuánto de lejos estabas del agua, si la encina que tienes al lado tuvo otra madre en el mismo lugar, o si conociste el calor de las hogueras o las ofrendas más allá de las que yo te dejo. Cuánto hace que nadie te honra, si alguien perturbó tu descanso, si te sentiste herida o permaneciste valiente ante su violación, si te gusta que venga a contarte historias y si se parecen a otras que los antiguos te vinieron a contar.

Justo es que me acuses de preguntona, me escuece demasiado la curiosidad, pero te prometo que este salmón de trapo escucha sin orejas, y está deseando que le cuentes qué vieron tus ojos tallados, si es que algo vieron, o escucharon, pues algo has hecho más que estar ahí clavada.

¿Conociste a las hadas? ¿Es ese espino que tienes enfrente la entrada a su casa o quizá solo la guarida de un conejo que huye del eco de los tiros que se oyen a lo lejos? ¿Te visitan las ánimas por el Samaín? ¿Esa flor blanca ahí a tus pies, la cuidas o te da igual? ¿Sientes el aroma de la lavanda que te roza con la brisa que me revuelve el flequillo? ¿Te molesta que deje por escrito lo que me haces pensar?

SIN ALIENTO III

A veces miras a contraluz y te diviertes, porque todo son sombras azarosas y extrañas gobernadas por un rayo de sol, y entonces llegan las nubes y las apagan, como si fuera el momento de la caída del telón.