Encajando
Precioso poema de Gema Albornoz

Cuando yo era, aún no estabas. Ahora que estás, casi ni soy. Te acercaste a mí. Cambiaste. Y transformaste todo a tu favor. Y ahora, parece que me estoy acercando yo. Gema Albornoz
Encajando
Cuando yo era, aún no estabas. Ahora que estás, casi ni soy. Te acercaste a mí. Cambiaste. Y transformaste todo a tu favor. Y ahora, parece que me estoy acercando yo. Gema Albornoz
Encajando
Romper las fotos, quemar las naves, gastar hasta el último cartucho y leer, leer como si mañana fuera el fin del mundo.
Terminó la novela, la dejó con satisfacción sobre la mesita de café y salió al jardín para estirar las piernas.
Cuando regresó al estudio, el perro se había comido el manuscrito.
No conciliaba el sueño sin haber leído antes; igual daba que fueran dos líneas que sabía que tendría que releer a la noche siguiente.
Leía para dormirse, y a veces el libro se cerraba mientras ella seguía la historia a su manera, en un duermevela extraño que le impedía después encontrar aquel segmento soñado entre las palabras del texto real.
En el fondo, aquel ratito antes de dejar que el subconsciente fuera dueño y señor de su vida por unas horas, necesitaba sentir el abrazo de una buena historia; un reflejo indeleble de los días en que le contaban un cuento antes de dormir.