A MÍ
A mí,
que las lunas no me alcanzan
para besarte los párpados.
A mí,
que se me hielan las plantas de los pies
mientras te busco.
A mí,
que se me desgarran los quejidos
de gritar tu nombre.
A mí,
no me queda nada más que tú.
A mí,
que las lunas no me alcanzan
para besarte los párpados.
A mí,
que se me hielan las plantas de los pies
mientras te busco.
A mí,
que se me desgarran los quejidos
de gritar tu nombre.
A mí,
no me queda nada más que tú.
Levantarme
de las hostias contra el asfalto
de los altos y los bajos.
Alzar la vista
soltar las manos;
romper el silencio
con canciones del verano
y gritar,
gritar muy alto
porque duele,
porque sí,
porque me lo he ganado;
por mis rodillas raspadas
y los chinarros clavados en mis manos.
Porque decirte “adiós”
no fue tan duro
si no fuera por ese fantasma
que dejó tu abrazo.
Mis ojos se pierden
compartiendo el mismo verde
de este inmenso lago salado,
para encontrarte al otro lado a ti:
mi nombre pasado, mi ilusión presente.
Antes del inicio de esta semana de aniversario, Pata de elefanta nos obsequió con una coplilla que nos puso las escamas de punta por lo bonita.
Queremos compartirla con todos los amigos del salmón.
Dice así:
Qué dicha ser ducho
especialista en pelus de chuchos
Qué dicha ser ducho
oficial de primera en serruchos
Qué dicha ser ducho
pirotécnico prendiendo cartuchos
Qué dicha ser ducho
salmón y no falso trucho.
Para los dos, de Pata (a lo «Fuertes»)


Ya te estoy echando de menos
y aún no te has ido;
sólo noto el frío de tu ausencia,
un hueco en blanco en el escenario,
el vacío de tu voz en el aire,
el nihilismo de tu mirada en un retrato,
la falta de tu nombre en el papel.
Y, de todo, lo que más me duele,
es tu no ser parte de mi vida,
esa huida a lo cobarde
de la última oportunidad, la mía,
para dar lo que te debo:
media vida, una sonrisa,
y un alma eterna que te espera,
otra vez.

Al pirata de mis noches,
de mis sueños caballero,
vampiro de mis ilusiones,
cowboy de todos mis besos.
Capitán de mis entrañas,
faraón de mis anhelos,
pianista de mis tristezas
y, al fin, voz de mis desvelos.
Dame tu alma,
recuerda mi cuerpo
en un campo de amapolas
soleado al nacer.
Todo tiene sentido
ahora que te veo.
Locura me provocas,
lo siempre menos pensado
en el ocaso del mundo.