A veces pasa que un amigo tiene otro amigo que cree que se llevaría genial contigo; más o menos esa es la historia de cómo Elena Gromaz y yo nos conocimos.
Yo tenía un cuento: Lobo y el Pedro, y Elena tenía una manera mágica de ilustrar (y adora a los lobos ¿Qué más podía pedir?) Martes de Cuento nos reunió y fue un flechazo (en lo artístico y en lo personal).
Desde entonces hemos decidido hacer pareja artística recurrente, como podéis comprobar en la publicación de ayer: Conn, el selkie.
Podría deciros muchas cosas sobre Elena como persona (que es más maja que las pesetas, que es una buscadora incansable de proyectos y que se ilusiona con el vuelo de una mariposa), pero hoy quiero hablaros de su trabajo como ilustradora, para que podáis disfrutar de sus dibujos (con artes tradicionales o digitales) a través de su web o su Behance, en el que descubriréis que no solo ilustra para niños, aunque le encanta.
Al margen de Elena, o de la persona que hay detrás de las manos de Elena, a mí me enamoraron sus líneas y sus colores. Ese desenfado que pone de buen humor con solo ver sus dibujos; no sé cómo consigue decir tanto con tan poco (aparentemente).
Hoy, dejaré que sean sus obras las que hablen por mí (y por ella), porque lo hacen de maravilla.
Daos un garbeo por su Facebook o su Pinterest. Os aseguro que saldréis con ganas de más.
🙂 Elena tiene un forma muy personal e inconfundible de dibujar el mundo y tú una forma muy particular de escribirlo, la conjunción solo puede ser mágica 😉
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