DE NÚMEROS DE CIRCO III

Día 1: «Vean, admiren, asómbrense con la pulga bala, capaz de impulsarse sin artificios ni artilugios fuera de la carpa.»

Día 2: «Vean, admiren, asómbrense con la pulga bala, capaz de impulsarse con los mínimos artificios fuera de la carpa.»

Día 3: «Vean, admiren, asómbrense con la pulga bala, disparada fuera de la carpa con el cañón más pequeño del mundo.»

Día 4: «Vean, admiren, asómbrense con la pulga bala, capaz de romperse todos los huesos sin tener ninguno.»

¿CUÁNTOS CORAZONES TIENE UN PULPO ENAMORADO?

Al principio Pulpo solo tenía un corazón, un corazón que bombeaba su sangre azul (sin que fuera de la realeza). Tan pronto ese corazón se llenó de adoración por el mar, tuvo que salirle otro para hacer las funciones normales de un corazón sin que le quitara un mínimo de espacio para el cariño que tan feliz le hacía; así que, a partir de entonces, Pulpo tuvo dos corazones, que si bien latían al unísono, en nada más se parecían; y no llevaba mucho disfrutando de tan peculiar cualidad cuando conoció a otro pulpo y se enamoró.

TODAY II

TODAY II

Dos mil años después me preguntas si recuerdo el olor del primer ramo de flores que me regalaste (de margaritas y azulejos), de la corona que me hizo reina en un campo de cardos con vestido de zarza de moras y pétalos de amapola por zapatos. A lomos de un caballo de sauce entramos en el salón y todo el mundo buscaba respuesta a la pantomima, unos creyéndonos actores, otros hadas venidas de muy lejos. No les culpo, mirarte a los ojos sobraba para creer en mundos lejanos y peligrosos, pero no miraban el tiempo suficiente para ver mi cuerpo flotando en el fondo de ese lago verde. Nos creció la melena que ondeaba con el viento que soplaban nuestras nucas; nadie sospechaba entonces de dónde nacía el brillo que envolvía nuestros cuerpos (ni siquiera nosotros), hasta que una noche faltaste a la promesa de los mil besos, y se nos acortaron los vestidos, se nos enredó el pelo. Fueron novecientos noventa y nueve, pero bastó con eso.

SHORT FOLK I

Me contaron las cucharas que la sartén se aliaba con el dedal y la lata de aceite en las noches de invierno para llenar de música los estómagos vacíos de los vecinos.

REMOTISMO I

Tengo a los seres diminutos que habitan mi cabeza en huelga hartos de correr por una biblioteca interminable, de subir y bajar escaleras, de juntar tomos y tomos de títulos inconexos; la neurona que permite que mi corazón lata y los pulmones respiren, que parpadeen los ojos y trague saliva, parece la única dispuesta a hacer algo por este amanecer nuevo que sopló polvo sobre las tumbas de sus hermanas desaparecidas, huidas de un cansancio que se hacía insostenible.

Rendida ya a la certeza de que nunca volverán, esa diminuta célula nerviosa a veces encuentra un hueco en sus quehaceres para darme un pellizco pequeño justo detrás de la oreja, creo que por mantenernos despiertas, y me pide que salgamos corriendo, lejos, al final del camino, a un abismo remoto en que refugiarnos un día, una semana, el resto de los días.

EN SUSPENSO I

Siempre que nos encontramos queda suspendido en el aire un beso, bien porque tú tienes a alguien que te espera, o porque yo tengo a alguien a quien esperar.

SIN ALIENTO III

A veces miras a contraluz y te diviertes, porque todo son sombras azarosas y extrañas gobernadas por un rayo de sol, y entonces llegan las nubes y las apagan, como si fuera el momento de la caída del telón.

HALLAZGO

La linterna dibujaba momentos de claridad en la pared y revelaba un mar de manos alzándose al infinito; el aire que les rodeaba parecía haberse congelado en el remoto instante en que el último obrero colocó la piedra que selló la entrada de la tumba hacía cuatro mil años.

Sintió la tentación de rozar la maravillosa imagen de Anubis; apenas sus dedos se acercaron a la pared, la pluma de la balanza subió en el platillo y los arqueólogos quedaron allí encerrados para siempre.

ASÍ

Sin pensarlo mucho, apenas nada, dejo que el eco de la música se meta no tan sutil por los oídos y lo embargue todo, arrastre soles y lunas moribundos impulsados por una marea que nunca baja; así, como el viento de levante llegó esta mañana atesorado por la alineación de Venus y Marte, tan confusos ante la crecida de los regajos como yo.

Así, como el extraviado vuelo de una golondrina y el trepar silencioso de la enredadera que nunca florece, o el sonido del aire entre los juncos que segaron unos meses atrás, y el brote de las espinas de las zarzamoras que se esconden entre los tréboles, las huellas confusas de caballo, perro y humano, una nube que atraviesa con pereza por delante del sol mientras la luna es una leve sonrisa pálida al otro lado del firmamento.

Así, zumbido de mosquito de verano que no llega y que se confunde de trayecto con la primera pluma que cae de un nido abandonado.

Así, resonancia en caja hueca que reverbera sin compás ni ritmo, así.