AUSENCIA II
POEMA DE ASALMONADO NASÓN
En la nasa de las musas
boquea el asalmonado nasón;
le mudaron los dientes
corriente arriba,
le salió una joroba,
le enverdeció el corazón.
Nada nudos y desanda
el camino que aprendió
en su más tierna infancia.
Los plantígrados esperan
para hincarle los caninos
y el asalmonado nasón,
un poco cansado,
pero aún vivo,
aprovecha los recodos
a los lados de los ríos.
¡Qué cansado es el remonte!
Se queja.
Ya va perdiendo el color,
se nota más flaco,
más tímido.
Y, al llegar a la cascada,
coge impulso,
pega un brinco.
Unos metros más arriba
reconoce bien el sitio.
¡Ea, aquí me quedo!
Dice ya sin aliento
¡Sí que ha cambiado esto!
Han puesto tres piscinas,
barbacoas y un merendero.
Pero al salmón ya le da igual,
se agita sobre las piedras,
desova y cae muerto.
POERTRY
LOS PERROS QUE GUARDABAN LA ESCALERA A NINGUNA PARTE
A los pies de una escalera
había tumbados dos perros;
uno, un mastín,
el otro, un podenco.
Naranjas los ojos,
naranjas los pelos.
A los pies de una escalera,
el mastín y el podenco
guardaban los escalones
que miraban al cielo.
Tumbados como esfinges,
naranjas los ojos,
naranjas los pelos,
el mastín y el podenco
con una escalera en medio.
¿CÓMO DE LEJOS QUEDA EL OLVIDO?
Emboscada
Huía entre los árboles, en una carrera desesperada, perseguida por sus sueños, sus anhelos, sus deseos.
Cuando llegó al claro, su destino la estaba esperando.
Si…
Si encontrar palabras de amor fuera sencillo,
si mis labios perdieran la fe en los tuyos
y todo lo que gira a mi alrededor no ardiera,
o los pájaros dejaran su canto a la mañana.
Si la niebla fuera luz en vez de sombra
y se marchitaran las algas en el mar.
Si las almas se parasen en un punto,
si detuvieran su camino los segundos
y la tierra acabase hoy con su danza.
Si al mirarte no sintiera una punzada
que viniera a doler más que el corazón,
y al llorar fuera una lagrima equivocada
y la risa fuera cara del dolor.
Si tus ojos no mirasen a mis manos
y el cobijo de mi pecho fuera incierto;
si el incienso nunca oliera sino lejos
y las palabras se rompieran al hablar,
mis sueños no seguirían a tus ojos
y yo no vendería mi boca en cada beso.
EL PERRO POETA
Veintiséis días de paz y dos noches sin pegar ojo.
Lo sé, no debería quejarme.
Soy la insomne propietaria de un perro poeta que solo ladra para ofrecer recitales en verso a la luna llena.
DE NO MERECER
No merezco tu boca de miel
sobre mi boca,
ni tus suaves dedos corriendo
como hormigas por mis labios,
ni tu aliento triste
sobre mi cuello de ganso;
ni tu mirada de lava.