El viejo barco reaparecía con cada bajamar y nunca faltaba alguien que, al pasar cerca, se preguntara qué tesoros habría portado o si, simplemente, sirvió para pescar.
Aquellas raspas de madera estaban ansiosas por contarlo a quien quisiera escuchar, pero nadie escuchaba.
Precioso micro.
Sólo cambiaría «Aquellas» por «Sus» o «Las» y evitaría la repetición de escuchar. Pero vamos, simplemente por ponerle algún defecto. Es que leerte me ha dado una envidia insalubre e insana 😛
Me gustaLe gusta a 1 persona
Agradecida por tus puntualizaciones. Las tengo en cuenta.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Escuchar…, abrir el oído a la par del corazón: al viejo barco, a la sagrada montaña,a la entrañable anciana que vende muñecas típicas en Nazaré… -Mindfulness!!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si es que vamos por el mundo sin pararnos a oler las flores y sin pensar que todos los que nos rodean tienen algo que enseñarnos.
Me gustaMe gusta