Ser río entre vuestras orillas, romper las presas, desbordarme en los bajíos, que me acojáis con la dulzura de las lagunas que forman vuestros ojos, deshacerme en pequeñas olas besando vuestros márgenes de hierba fresca, y no sentirme prisionera por el cauce en el que me mantenéis a salvo de miradas indiscretas, con barreras de juncos y maleza que solo dejan sitio para las ensenadas en las que nos tumbamos bajo un sol oscuro amaneciendo entre la niebla.