Estaba herido por mil rasguños profundos como escaras y líneas amoratadas surcaban su superficie, vestigios de la guerra sin vencedores ni vencidos.
Garabatos sin sentido se agolpaban en sus límites, fuera de lugar, incoherentes. Hasta cicatrices sobre cicatrices, que intentaban corregir una herida anterior que no cuadraba con el resto.
Parecía mentira que aquella masacre fuera el aspecto físico de algo tan bello como un relato sobre la inmortalidad del amor.
Las cicatrices de tinta sobre el papel nos cuentan las batallas del autor. Aunque estas sean amorosas.
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