A Paco le gustaban los caracoles casi tanto como los chatos de vino los domingos a mediodía; de hecho, cualquiera que le conociera un poco, sabía que en el bar había una banqueta de honor para él cuando llegaba la temporada de este molusco.
Puede que por eso algunos empezaran a oír las trompetas del Apocalipsis el día en que Paco rechazó la cazuelita y pidió, en cambio, una ensalada sin aliñar.
Ni se le exigieron explicaciones, ni él las dio.
Paco soñó una noche que era caracol, con tal nitidez y realismo, que no pudo menos que tenerse por congénere de aquellos a los que hasta entonces había devorado con fruición.
que aproveche
https://www.flickr.com/photos/manuelribadulla/15070057161
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si es lo que tiene ponerse en la piel de otro… ¡aunque sea un caracol! 😉
Me gustaLe gusta a 1 persona
En este caso, en la concha de otro
Me gustaLe gusta a 2 personas
😀 😀 😀
Me gustaLe gusta a 1 persona
A eso sí que lo llamaría yo empatía y de la buena 😉 😉
Besetes, Aurora…
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Caracoles! Siempre dije «amo a los animales» pero bien que me los «hartaba», hasta que un día caí enferma por un mes. Y oh sorpresa, al recuperarme creí que todo estaría bien, hasta que volví a comer carne… Y es que a lo mejor me he puesto la piel, la pluma, la concha encima, porque la carne de res me da dolor de estómago, de cerdo me malea la digestión, el pollo me da dolor de cabeza y los crustáceos me dan alergia. Así que pobre pescado… Pero lo que me ha gustado es esto, podemos renunciar a la costumbre, al gusto y hasta la pasión cuando nos ponemos en las «patas» de otro (no se que tienen los caracoles…deslizadores?).
Me gustaLe gusta a 1 persona
Tranquila, que, según se esta poniendo el patio, para comer sano vamos a tener que optar por la vía intravenosa. ;p
Me gustaLe gusta a 2 personas