Una vez cada cuatro años, engullía sin descanso las ofrendas que le hacían. Tal era el empacho que, al final del día, se veía obligada a vomitar todo lo ingerido, mientras un equipo de forenses analizaba el contenido de su estómago.
Una vez cada cuatro años, engullía sin descanso las ofrendas que le hacían. Tal era el empacho que, al final del día, se veía obligada a vomitar todo lo ingerido, mientras un equipo de forenses analizaba el contenido de su estómago.
Muy ingeniosos tus escritos cortos!!! saludos.
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Algunas ofrendas se le atragantaban; otras casi la hacían vomitar… Y todas, sin excepción, se cobraban algún tributo… 🙂
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Efectivamente.
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