Miraban con desconfianza hacia la luz que se colaba por la rendija de la puerta de la cabaña frente al redil. Al final salió uno de los hombres, enganchó al cordero de la más vieja y se lo llevó a la parte de atrás.
Un chillido rompió la noche y luego el silencio.
Pasadas unas horas, el alboroto de los congregados dentro de la choza llenó la oscuridad mientras fuera, en el corral, sus compañeras consolaban a la oveja.