—Le digo, señor Holmes, que el asesino es el mayordomo. Siempre es el mayordomo.
—No diga sandeces, monsieur Poirot. El asesino fumaba tabaco de Kenia, demasiado caro para su sueldo.
—Entonces es la muchacha afligida. Piénselo bien, Sherlock: despechada, cándida, él se presenta con la otra… Sus heridas bien podían ser autoinfligidas.
—Imposible, Hércules. Yo mismo la vi paseando por cubierta a la hora del crimen.
—La heredera excéntrica. Esa sí, no me lo va a negar, amigo.
—Madre mía, qué ganas tengo de que Watson vuelva de las vacaciones.
Jajajajaja, que bueno! Los dos detectives juntitos.
Besazos.
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