Emboscada

Huía entre los árboles, en una carrera desesperada, perseguida por sus sueños, sus anhelos, sus deseos.

Cuando llegó al claro, su destino la estaba esperando.

Match Point

Los astros son seres caprichosos, y así, mientras la luna casi llena y amarilla recorta el contorno de los pinares, el sol empieza a teñir algunas nubes, como alardeando de poderío en un saque magistral.

Siempre en lados opuestos de la cancha, como jugadores de un partido de tenis en el que la Tierra es la pelota.

De perdidos…

Escuchó el murmullo del agua y siguió el sonido como si fuera un niño tras el carro de los helados. Finalmente llegó a una playa.

No era rumor de río, sino de olas, y él seguía sin encontrar su camino.

EN TODAS PARTES CUECEN…

Cuando llegaba el mediodía le costaba moverse por el vecindario. El olor a puchero salía de cada ventana inundando todo.

Odiaba las habas desde niño. Puestos a pedir, incluso hubiera preferido las lentejas; aunque con esas no le quedara más remedio que comerlas.

 

 

SALA DE ESPERA

Todos se miraban a los pies en la sala de espera del médico.

Iba con retraso, para variar.

Zapatos con cordones desiguales, zapatillas cerradas con velcro, cuero bien cuidado, y materiales sintéticos de color blanco; hasta unas botas de antelina morada.

Por fin se abrió la puerta y, en el suelo, unos zuecos azul marino precedían al cadáver sangrante del doctor.

HERIDAS DE GUERRA

Estaba herido por mil rasguños profundos como escaras y líneas amoratadas surcaban su superficie, vestigios de la guerra sin vencedores ni vencidos.

Garabatos sin sentido se agolpaban en sus límites, fuera de lugar, incoherentes. Hasta cicatrices sobre cicatrices, que intentaban corregir una herida anterior que no cuadraba con el resto.

Parecía mentira que aquella masacre fuera el aspecto físico de algo tan bello como un relato sobre la inmortalidad del amor.

EUREKA

Después de un día en los que uno preferiría no haber salido de la cama, llenó la bañera y se sumergió en ella.

Al ver cómo el agua que desalojaba su cuerpo era directamente proporcional al nivel de frustración que la sacudía, no pudo más que empezar a sentir admiración por la Física, aunque ella siempre hubiera sido de letras.

 

 

DUELO DE TITANES

—Le digo, señor Holmes, que el asesino es el mayordomo. Siempre es el mayordomo.

—No diga sandeces, monsieur Poirot. El asesino fumaba tabaco de Kenia, demasiado caro para su sueldo.

—Entonces es la muchacha afligida. Piénselo bien, Sherlock: despechada, cándida, él se presenta con la otra… Sus heridas bien podían ser autoinfligidas.

—Imposible, Hércules. Yo mismo la vi paseando por cubierta a la hora del crimen.

—La heredera excéntrica. Esa sí, no me lo va a negar, amigo.

—Madre mía, qué ganas tengo de que Watson vuelva de las vacaciones.