A mi pequeña milesia un día le salieron alas con las que cruzar el charco, y se angustiaba pensando en qué encontraría al otro lado. De repente, tras toda la vida soñando con volar, le asustaba perder el contacto con el suelo.
Logró recordar que, llegado su momento, a todos los milesios les salían alas, y decidió entonces ir pisando sobre sus huellas invisibles, siendo más que nunca sus raíces, prestas a cumplir con un destino escrito a medias.
Mi pequeña milesia estiró sus alas tanto como pudo, las batió una vez, dos; es difícil volar cuando nunca lo has hecho. Se elevó un poco sobre el suelo, y dejó que el viento se colara entre las plumas y el sol brillara en su cara. Miró hacia lo lejos, al otro lado del océano, las alas siempre estiradas.
Pensó en que todo pájaro termina por posarse en tierra firme, y su mutación ya no le pareció tan terrible.
A mi pequeña Aída, allende el mar.
Que bello homenaje a una persona que se retira geograficamente de nosotros. Muy poetico, muy lindo, muy tu estilo.
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Un micro hermoso, se puede interpretar de distinta forma. Desde el drama, por esa melancolía del que ve partir a su pequeño para vivir su propia vida, o desde el optimismo por la esperanza de lo que está por vivir. Esa dedicatoria final ¿es propia del autor o pertenece a la ficción? Un bello texto Aurora.
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La dedicatoria tiene un poco de ambas cosas, en sí todo el texto es una dedicatoria.
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