Los añicos se repartían por el camino que tantas veces había recorrido de casa a la fuente y de la fuente a casa; aunque el cántaro lo rompieron el día que, por fin, llegó al pueblo el agua corriente.
Los añicos se repartían por el camino que tantas veces había recorrido de casa a la fuente y de la fuente a casa; aunque el cántaro lo rompieron el día que, por fin, llegó al pueblo el agua corriente.
¡Ay!, ¡qué genial! 🙂
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