El escritor buscaba un nuevo hogar sin éxito. Todo lo que le enseñaba el agente inmobiliario eran espacios abiertos y habitaciones comunicadas.
Él necesitaba una casa con puertas, con todas las que pudieran ponerse en una casa, tantas como fuera necesario. Puertas que separaran la cocina del comedor, el comedor del salón, el salón del pasillo, el pasillo de la habitación, la habitación del cuarto de baño, el cuarto de baño del pasillo; hasta alguna que mediara entre el primer tramo de pasillo y el segundo.
Vivía con el miedo constante a que, si se dejaba una puerta abierta, los protagonistas de sus libros se escaparían por ella para nunca regresar.
🙂 Mientras también paren las ideas…
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Estoy necesito inspiración, entonces yo navegué el Internet y encontré tu blog. Leí su artículo, y wow realmente me inspiro en absoluto. Gracias por compartir esta información interesante como
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MUy buen microcuento. La soledad es la mejor compañía de un escritor trabajando.
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