El sonido del timbre apenas se hizo notar entre el estruendo de la tormenta. Mónica se calzó las zapatillas y acudió a la puerta. ¿Quién podía ser a esas horas? ¿Quién en medio de la lluvia helada?
La mirilla no reveló a nadie al otro lado; abrió, algo le decía que tenía que abrir, y entonces lo vio, una sombra corría calle abajo sin mirar atrás y, sobre el felpudo, una caja de cartón que se oscurecía allí donde caía una gota.
El viento silbó fuerte y ella levantó con temor la manta que cubría lo alto de la entrega.
«Ay, pobres.» Exclamó, recogió la caja y la metió en casa. Su marido, desvelado, la esperaba en las escaleras.
—¿Qué es eso que traes?
—Los han abandonado en la puerta. ¿Qué querías que hiciera? Enciende la estufa, anda, que nos hará falta calor.
Colocó la caja sobre la mesa y quitó de nuevo la manta.
¿Quién podía hacer algo así? Se les veía tan indefensos. La humedad empezaba a hacerles mella.
Se trasladaron al salón donde ya se notaba el calor de la chimenea. Extendieron una alfombra delante del fuego y sacaron a los huérfanos uno por uno, con sumo cuidado.
El matrimonio se sentó en el suelo junto a ellos y empezó a acariciarlos.
—¿Qué vamos a hacer?
—De momento los cuidaremos y luego ya se verá. No podíamos dejarlos ahí fuera. Llueve a mares y está helando.
Su marido asintió. Recolocó al primero más cerca del fuego para que le diera el calor.
—Dime la verdad, estás pensando en quedártelos— le dijo ella entre asustada y conmovida.
—Bueno, son tan pequeños y se ve que han sufrido tanto.
Y así se pasó la noche, con el matrimonio sentado frente al fuego y una caja llena de libros abandonados.
¡Precioso! Y bonita decisión final. Saludos 🙂
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Esta basado en unos amigos que se dedicaron a rescatar libros de bibliotecas particulares
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¡Qué gran idea!
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En dos ocasiones me han traído cajas con libros huérfanos. Amigos que saben de mi afición por la lectura.
Y yo les he quitado el polvo y les he dado nueva vida en mis estanterías; los voy leyendo, y a algunos les he buscado un nuevo hogar: hay bibliotecas donde los acogen, hogares del pensionista, centros vecinales, lugares de ese tipo.
También rescato libros de los mercadillos cuando puedo. A veces encuentro maravillas. Conservan algo de quien los compró y leyó, seguramente personas que ya han fallecido y sus herederos se deshacen de sus libros de cualquier manera.
Ya ves que tu maravillosa ficción no está tan lejana a la realidad.
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En realidad está basada en unos amigos que, en su bar, hicieron hueco a libros abandonados.
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Es genial que haya gente que hace lo mismo que ellos y tú. A mí me da pena pensar en libros huérfanos
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No cuesta ningún trabajo, es como donar la ropa que ya no necesitas.
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Me ha encantado, sabia decisión, la de adoptar libros. La del relato y la de tus amigos
Enhorabuena. Un saludo.
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Muchas gracias. Creo que, de alguna medida, cualquier amante de los libros se puede sentir identificado en este relato.
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